#80

El Ocaso ya llegó

como el fantasma de la Muerte

que busca terminar el trabajo.

Si hubo un rayo de color en el

monócromo-monótono-monógamo

dolor de la mañana

fue culpa del gris incompleto

de la basura en combustión.

Los sueños aquí fenecen

hay una flor que nunca crece

terminarán su trabajo los cirios

sin llorar por la rosa derramada

ni la lágrima del frío

terminarán todo cuanto haya

acabarán con la luz apagada.

Me escriben [Yo respondo]

-Mail enviado por un amigo a Charlie Simons-

Kerido, peskado [o sea lorna, pues]:

Ta ke después de meses de ir volando entre las nubes del cielo mañanero de esta Lima ke ya comprenderás, amix, es un viaje demasiado korto -porque en esta ciudad no habría nubes a si se pudieran komprar-, entro a tu blog komo kien no kiere la kosa i me encuentro kon ke aki publika este huevón ke se hace llamar SirPoeta.

Kon eso nada interesante por ahora, pero, bróder, lo akabo de leer y, a la fak, me ha dejado nocáut y me ha hecho kagarme de la risa. Sí, nocáut con golpe de Maicelo todavía, porke a Kina Malpartida no llega ni kagando. Y sí, kagarme de la risa, o sea ke se me ha salido la shit antes de poder llegar al trono límpido y claro del cuarto de baño. Kon esto no kiero decir tampoko ke tu pata sea serial en asuntos de la inspiración melancólica y el ritmo salsero ke tienen los ke nos inspiraron. Sí, segurito estás pensado en Ortiz, maricón. Lo ke kiero decir es ke ¿de ónde lo has sakao al pendejo? No sabía ke estabas en faceta Augustoferrandista de yo lo deskubrí i ahora dénle sus cien cajas de leche. Guardadito te lo tenías al calichín.

Pero pendejo también, pex. Será ke los sabes escoger o ke te kieren kagar un poko. [Me respondes si tienes autoridad sobre él, porke komo rekordarás, yo todavía tengo cierta autoridad sobre ti, pe, Charlisimión] Digo esto porke he leído ke usa el nombre de tu musa pa empezar su poema i, chucha, ké kostumbres, huevón, ¿tanto has cambiado? No es ke esté gritando tampoko: «Sákale la conshesumay por pendejo», pero ya verás tú ke sabes leer [de ahí me dices que has estado leyendo porke ya ni sikiera te mandas un correo]. O no dice klarito Analía i yo estaré volviéndome loko… o loka ¡Sau! Si tomas represalias -no sé si lo harás, contigo nunca se sabe- no seas duro, pex, cuñao [mi hermana te manda saludos] Agárralo de la solapa i métele su kechi para ke kuadre bien el enfoque ke la foto está saliendo medio borrosa por la Sarita. ¿Acaso yo te dejaba ke pusieras Natalia kuando kisieras? La kuestión es ke te he vendido los derechos nomá [falta el billete del último trimeste, pe, viejo]. De toas maneras, pa repetirlo una vez má [como el polítiko ke soy], consérvalo a ese huevón. O sea: échale almíbar i enciérralo en una lata. ¡Ja! No, no, dile a tu padawan, ke así bromeo yo. Además me ha dejao pensando eso de ke vivo mi propia muerte. Tú nunka dijiste algo parecido o será ke no te entendí.

Ablaox!

Con kariño i harta de la buena.

Tu bróder Sergio.

***

-Mail enviado por mí a Sergio-

Kerido mierdecilla [o sea: mierdecilla, pues]:

Aplá, bróder. Uta ke ya perdí la kostumbre de eskribir así, causal. Vamo a reitegrarnos al sistema lingüístico convencional, pez. Un rato nomá. Ke no hace daño a nadie.

A SirPoeta lo encontré en una cueva. Estaba algo cochino i no sabía hablar. Lo llevé a un albergue i en cuanto me di cuenta ya estaba leyendo i escribiendo. ¿Yo lo descubrí? No, sino que se pegó como un germen. Y se hace llamar SirPoeta porque sueña con estar al lado de su reina foréva and éva [ta ke me rindo ante el instinto animal-zandunguero].

Ke te haya dejado nocáut es bueno. Ya va uno, faltan unos cuantos miles. Porke yo pa serte sincero no tuve ganas de matarme después de leerlo. Pa mí ke lo hizo apurao i no la pensó mucho. ¿No te parece akaso una canción de Arjona? Eso de kagarte de la risa… ta mare, mejor anda al médico.

Kuando mencionas a Ortiz me traes al maldito duende de la nostalgia a dar rondas por aká, S. Hace tiempo ke no leo a la Ortiz. Ni sikiera entro a su página, manya. Pero ya sakaré sus crónicas empolvadas i kerré emular otra vez a San Ribeyro [lávate la boca antes de hablar de él, huevón]

Volviendo a lo del Sir. No sé si pueda decir ke yo lo descubrí i dénle sus costales de azúcar, no. Ese tío se descubrió solito. Porke, ya lo hubieras visto en sus inicios, aficionado a los números a muerte [sí, se sabía la tabla de multiplicar de memoria]. Se descubrió solito al descubrir al amor [ah, ¿ké pensabas?, ¿ke la kusilería se me había akabado?].

Pero tengo ke admitir ke al usar el nombre de la mia musa tan deskaradamente [¡y al inicio encima!] se ha pasao de un límite no tan markao. Ese es el problema de no markarlos, pex. De todas maneras, no importa mucho. Ya estaba yo insistiéndole demasiado porke publike algo komo para joderle su post mensual. Y no kreas ke no voy a tomar represalias, S [tu hermana me manda saludos, ¿por ké será?] Ke kon mi verso florido i muchas veces marchito tengo preparada la fría vendetta.

Lo de la lata no me parece tan broma, ah. ¿Ya no te acuerdas de lo ke le hiciste a Aníbal? Pendeivis.

Alaox.

Cautivo i exiliado.

Tu bróder, Karlos.

PD: No me jodas kon las deudas, pe, cuñao. Por algo me fui del país.

El nuevo Zeta

… las máscaras…

Zeta compró sus primeros lentes en noviembre de 2007. Aquellos eran de unos cristales finísimos y una montura gruesa de color negro. Él, terco como era, solo se dio cuenta de cuánto necesitaba los lentes hasta que se los colocó sobre la nariz por primera vez.

Pudo ver, a través de la ventana, el lunar de una señora que paseaba por la calle dos pisos más abajo. Pudo ver con claridad las letras en cada letrero que poblaba esa misma calle. Pudo ver incluso claridad su reflejo en el espejo. De pronto, Zeta sintió un mareo. El doctor le explicó que tal vez se debía a que habían cometido un error con cierto ángulo de corte de las resinas, pero Zeta no hizo caso, ya no podía escucharlo.

Notó unas tijeras sobre el escritorio del doctor y, en silencio, escuchó que lo llamaban, que repetían su nombre, que repetían una consigna. Las cogió de la mesa y supo qué hacer. Se abalanzó sobre el doctor y le clavó las tijeras violentamente en el cuello. Zeta no pudo evitar que los gritos del doctor resonaran por toda la habitación y en tan solo unos segundos la secretaria entró para saber qué pasaba, pero solo se descubrió a sí misma siendo víctima del terror.

Zeta perdió el control y cargó contra la mujer, haciéndola chillar mientras le sacaba los ojos con las tijeras. El asesino, mientras lo hacía, se vio reflejado en ellos. Era diferente: dientes chuecos, poco cabello, fornido y hasta con una pequeña joroba. Sintió una mínima repugnancia por sí mismo, pero al final aceptó que esos lentes, que eran de cristal fino y montura gruesa de color negro, quedaban perfecto con el nuevo Zeta.

anuncio: busco chita

Hola y bienvenidos a mi Madriguera.

Me llamo Charlie y ustedes no.

Como ya he ido tomando una actitud semi-cómica, ahora he decidido llevar a cabo una de mis últimas y alocadas y, tal vez, más desquiciadas, pero siempre hilarantes ideas. Busco una mona.

Esto suena raro y yo lo sé. Tal vez me llegue a criticar mi propio socio, mi co-administrador por hacer esto, pero es necesario. Lo justo y necesario. Justo conmigo y necesario para dos personas: Yo y Natalia.

He conversado seguido con Natalia y me he quedado convencido de que nuestro lazo ya es insoluble, irrompible, indestructible estilo soldimix. Entre conversaciones, o más bien, entre comentarios de Facebook, yo me he declarado esquizofrénico (que no sé si puede ser posible que un esquizofrénico haga eso) y también he dicho que una de mis identidades es Tarzán. Sí, señores, ahora soy Tarzán. Y a ella la he convencido, como quien hipnotiza, de que es mi propia Jane. My very own Cosita Rica.

Ahora, aquí viene el tema en cuestión. Ella es Jane, yo soy Tarzán (y a veces Charlie), pero dónde estaría nuestra Chita, nuestra monita, nuestra macaca. ¿Acaso yo vivo con monas? No. Por eso mismo he empezado a hacer casting.

Para las interesadas (o interesados, es que ahora ya ni se sabe) de cumplir el rol de ser nuestra Chita y de acompañarnos en una fuga que tengo preparada a la selva peruana (sí, Tarzán es peruvian), he tenido que fabricar una lista de requisitos:

Uno) Que salte de liana en liana.- indispensable, chicas.

Dos) Que sepa cocinar.- porque ni Natalia querida ni yo lo queremos hacer. Natalia porque no sabe y yo porque teno pereza.

Tres) Que sea multilingüe.- por si nos encontramos con las tribus. Se prefieren las lenguas: español, francés, asháninka, aguaruna, shipibo, bora, idioma mono, idioma tucán, boa, entre otros.

Cuatro) Que sea una experta manejando cámaras digitales y convencionales.- a Natalia le gustarían algunas fotos y a mí me gustaría verla posar, sobre todo en un desnudo (sí, yo lo admito).

De derecha a izquierda: Jane, o sea: Natalia darling. Tarzán y su taparrabo impúdico, o sea: Yo. Chibolo desconocido, o sea: ése no es mi hijo. Mona, o sea: espacio libre para quien quiera ocuparlo.

Cinco) Que sepa artes marciales.- en defensa propia Natalia y yo tenemos las de perder, ergo alguien nos tiene que salvar de los animales salvajes y furiosos que nos ataquen y de sus padres si nos encuentran.

Seis) Que no haga caca.- porque si la hace no la va a limpiar y nos la puede hasta tirar, recuerden que es una mona.

Creo que eso sería todo. O bueno, una más o una menos. ¿Qué?, ¿qué dices, Natalia querida? Está bien. Tienes razón. Estamos buscando una mona y no un robot. Como siempre, querida. Yo también te adoro. Pero eso sí, nos fugamos, ¿ya? ¿Que tu hermana puede ser la mona? Bravazo. Bestial. Ok, entonces queda.

Monas, inscríbanse. Y, a la hermana de Natalia: esto es broma.

Pensar demasiado

«Tú problema es pensar mucho, me dijo Andrea. Pensar. Pensar mucho. Un problema, dijo ella.» La noche está ya muy dentro del día, se oscurece el cielo cada vez más y más, a lo lejos un perro ladra. La ciudad se adormece, pero Carlos sigue caminando, sigue pensando, sigue. «La gente piensa muy poco, ¿por eso es un problema? Ella no me va a engañar, ella piensa, yo he visto su rostro y su mirada perdida en alguna esquina o en una nube, ella piensa y lo hace mucho». Su mamá lo sigue de cerca, tiene frío y abraza su chompa. Nadie habla. Suben al carro. «Hemos subido al carro, está lleno, pero es de los pocos que pasan a esta hora, la gente huele mal, sobre todo este pelado, codazo por aquí codazo por allá, esta gente no tiene ningún respeto por los demás, me aprietan la pierna, ¿qué piensa el chofer?, tiene la lengua afuera, se saborea, huele lo mismo que yo, huele a sangre. Todos deben estar pensando. Sin importar que estén parados o sentados, todos piensan. ¿Por qué es un problema? Au, mi pierna, todos la chancan y los pasajeros siguen subiendo. Andrea estaba linda, olía a cielo y sonreía. ¿Qué pensarán los del micro? ¿Alguno pensará? ¿Alguno pensará en que me duele la pierna? Ya bajan, bajen, bajen, seguro que ya se puso morada, ya se adormeció, bajen pues, carijo. Ah, por fin me puedo sentar, pero mi mamá quedó parada y ahí siguen apretados, hay mucha gente y el chofer sigue recogiendo más y más, lamiéndose y chorreando baba por la quijada, saciando algún apetito por más personas y más humanos, como si estuviera unido al carro o por costumbre o por simbiosis, convertido en un extraño mega caníbal motorizado. Ya se baja más gente y mamá puede sentarse al fin, justo al lado del chofer se sienta, sin mirarme, pensando en quién sabe qué, porque ahorita tiene la mirada fija en el camino, justo como el chofer, pero sin salivar. El micro va embalado, y yo pienso en muerte, en que cualquier momento nos chocamos y nos morimos todos juntos ahorita, apretados y malolientes, ahorita nos morimos, pienso. La muerte está posada en nuestros hombros y es su peso el que sentimos. Tú lo sientes, yo lo siento, todos en el micro lo sienten. El pelado, la viejecita, mi mamá, el joven, el anciano, el chofer, la señorita, el cobrador, el estudiante con mirada perdida, la chica en escote, la enamorada del pelado, el hijo de alguien, todos lo sentimos, pero lo evitamos, perdiendo la mirada e intentando pensar en otra cosa porque la muerte da miedo. ¿Qué pensará el Pelado? Eso es fácil: Ahorita me bajo del carro contigo mamacita y te hago mía, vas a ver, te saco esa blusita que me tiene loco y te arranco el sostén, a ver si te resistes, apuesto que gritas mi nombre y pides más, contra la pared, contra la pared, así rico, con tu escote sabrosón, qué rica estás, ahorita me bajo del carro y te arranco todo, te dejo calatita, esas piernotas, me las voy a comer toditititas, vas a ver cómo te hago mía, cómo te hago gemir, mamacita. Así piensa el Pelado mirando y tocando a su acompañante por debajo de la falda y por debajo de la blusa, creyendo que nadie se da cuenta. Pelado pendejo, y encima huele feo su cabeza, huele a caca, debe de ser esas personas que tienen caca en la cabeza, como dice mi abuela. ¿Y qué piensa el cobrador?, ¿sabrá que estoy queriendo saber qué piensa? Mira fijo, abre y cierra la puerta, cobra pasaje y sigue parado con la mirada fija al parabrisas, como buscando algo allá a lo lejos. Qué cansado, desde las cinco de la mañana hemos salido, encima hemos hecho pocas vueltas, no me alcanza para el colegio de mi hijita, encima mi mujer que pide y pide plata, qué cargosa esa mierda. Así debe estar pensando, se nota en su cara, suda y luce triste y preocupado. La muerte debe estar tras él. La muerte está tras todos y el chofer lo disfruta con la lengua afuera. Se excita el chofer en cada curva, con cada pisada en el acelerador. Y el Pelado sigue con sus cosas. ¿Y su acompañante qué pensará? Imbécil, crees que te quiero, pero lo hago por el dinero, vas a ver cuando le diga a tu esposa que la engañas conmigo, conchatumare, yo no soy trampa de nadie, hoy te pepeo y a ver quién ríe al último, maricón, no hay nada divertido contigo, malo en la cama, poca plata y encima casado, qué chucha, vas a ver quién ríe al último, a ver a ver a ver. Eso piensa la chiquilla, muy chiquilla, el Pelado le debe llevar diez años de diferencia tal vez más, pero cómo apesta. Al frente de mí se sienta un muchacho, parece de mi edad, y también está pensando. Se mucho a mí, me mira también con cierta curiosidad y ambos inclinamos la cabeza como un perrito entretenido. Es fácil saber en qué piensa, él está pensando en morir, no en la muerte que nos acosa y nos persigue, él quiere morir, me mira fijo y me pregunta, sólo con la mirada, si quiero ir con él. Es llamativa su mirada y no me la quita de encima, mejor lo dejo de mirar antes de que me ahogue. Y ahora miro al viejo, ese viejo que también me mira y se parece mucho a mí, me mira como un perrito tierno y no inclina la cabeza. Sus ojos son grandes, redondos y negros, muy dulces, ese viejo es la muerte, me mira con ternura. Esta noche la muerte me mirado a los ojos y lo ha hecho con ternura. Casi que me sonríe, pero no lo hace. Qué muchacho tan intrigante y a la vez tan ordinario. Igualito piensa el viejo y me lo dice con la mirada. Mucha gente sube, mucha gente baja, pero ya miraron al viejo y ya se encontraron con la muerte. Bello e imponente el señor este que nos mira a todos y no mira a nadie. La muerte es el viejo y me ha mirado con ternura. Pero con ternura no piensa mi mamá, que ya está pensando en morirse y dejar a mi hermana en Cajamarca, solita está pensando en morirse, de estrellarse contra el parabrisas en una de las maniobras del chofer asesino. Este chofer trabaja para el viejo. Trabaja para la muerte. Todos están pensando influenciados por ella, y nadie cree que se vaya a morir. Cojudos. ¿Qué piensa la señora de allá atrás que mira sus zapatos? ¿Dejé la plancha enchufada o la desenchufé?, eso ya no importa, seguro que mi nieto lo hace, pero ¿si se quema?, no, él ya es grandecito para hacer las cosas, además, yo tengo que llegar a la reunión temprano, si no mis amigas pensarán que soy una malagradecida, qué cosas, yo no soy así, pero ¿si se quema?, puede ser, es muy chico, y mis amigas son regias, pero no deben saber que estoy en la quiebra, ni que me he separado, cómo rajarían, cómo rajaría Alma, cómo rajarían todas, ellas bien arrugadas, echándose botox, pero la plancha, y mis amigas deben saber que tengo casa propia, y mucha cosa. La vieja tiene problemas, y al lado está su esposo con cara de aburrido y de arrepentido. Haciéndose miraditas con la pareja del Pelado. Espectacular, piensa el esposo de la vieja cuando se le levanta un poco la falda a la chica y ella sonríe pícara sin cubrirse. Bien por los jóvenes, ellos disfrutan, pero cómo va a estar con ese tipo, le debe llevar diez años, bien que podría ir y levantármela, para rasgarle la blusa y cenármela toda, qué rico sería, cómo me miras, fierita, un gatita eres, y encima me abres las piernas, ¿quieres que vuele?, por ti hago todo, porque esta vieja es insoportable, es inaguantable, no la amo, por qué me tuve que casar con ella, te deseo, chiquilla. Todo lo que piensa el esposo, triste. Qué cosas le habrá hecho para que piense así. Está demacrado y pachucho, alicaído. Todos piensan, todos lo hacen. Y la muerte está presente en cada uno. Y ese viejo es la muerte. Y el chofer es su aliado. Poco a poco nos vamos acercando al final, a uno sin un nuevo comienzo. El muchacho puede pensar mientras mira por la ventana. En su familia y en que está peleado tal vez con mamá y en que no se atreve a decirle cosas a papá y a otras personas. El muchacho puede, pero no lo hace. ¿En qué piensas, muchacho?, es muy tarde… acabamos de chocar.»